viernes, 18 de noviembre de 2011

“Cosas por las que llorar cien veces” de Koy Nakamura

Título: Cosas por las que llorar cien veces
Autor: Koy Nakamura
Traducción: Jordi Juste y Shizuko Ono
Editorial: Emecé
Año: 2010
Páginas: 228
ISBN: 978-84-96580-58-9

Book es una perrita sensible que su dueño encontró en la calle dentro de una caja de cartón delante de la biblioteca. Lo que más le gusta a Book es oír el sonido del motor de la moto de su joven amo. Cuando Book enferma, su amo vuelve a casa de sus padres para pasar con la perra los que tal vez sean sus últimos días. Pero Book se recupera, su dueño regresa a casa y decide pedirle a su novia que se case con él. Ella le propone que hagan antes una prueba y vivan juntos durante un año. Pero esta vez será la chica la que caerá enferma, circunstancia que modificará completamente sus planes.

La historia no da más de sí de lo que indica la sinopsis que encontramos en la contraportada del libro. El libro empieza  con la llamada de la madre del protagonista para contarle que su perra esta enferma y él acude a verla. A su vuelta es cuando al enfermedad de la chica muestra su cara.  Si el autor intentaba transmitir algún tipo de similitud, de comparación, de guiño...yo no lo he visto. En ningún momento he podido meterme en la historia, sentirla propia, encariñarme con los personajes, emocionarme (sólo con unas líneas donde la lágrima era  demasiado fácil). Quizá se salva de la quema por las descripciones que encontramos de la cultura asiática, y que guía la relación que mantienen los personajes. La historia  va desgranando mil detalles de una vida en común, que  provocan alguna sonrisa
Aparte de esto la lectura no me ha aportado nada nuevo,  las páginas  pasaban con la sensación de estar leyendo sobre algo ya demasiado recurrente en literatura y sin unas líneas que aportaran algo nuevo a las cuales aferrarse. Esperaba más de este autor y de este título
Mayte Alba

 FRAGMENTO DE LA OBRA

La mañana.
No le dábamos mucha importancia al desayuno. No comíamos casi nada. Yo tomaba café y ella leche.
Me sorprendió que hubiera gente que tomara leche por la mañana. Para mí, era nuevo incluso el hecho de que la leche se guardara en la nevera. De igual modo, al parecer, el aroma del café por la mañana era nuevo para ella.
Pronto, de forma natural, se convirtió en café con leche. Lo probamos y nos dimos cuenta de que era mucho mejor que el café o la leche por separado. Y las mañanas pasaron a ser, sin discusión, de café con leche.
“Esta bebida tiene unos orígenes similares a los nuestros”, nos decíamos. Hace mucho, mucho tiempo, en algún lugar, Vivian el rey del país del café y al princesa del país de la leche. Ambos se enamoraron y se casaron. La cultura del rey de la de la reina se mezclaron y nació el café con leche. Así fue como sucedió.
Terminados los preparativos de la mañana, salíamos juntos de casa. De camino a la estación, hablábamos de nuestros planes: ¿Cuándo compraremos las almohadas?¿Cuántas zapatillas necesitamos? ¿Qué haremos el fin de semana?¿A que hora regresamos hoy?¿Que comeremos? ¿No necesitamos cojines?

De la web  SENDEROS ÍBEROS

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